jueves, mayo 18, 2006

El Día Que Emborraché a la Muerte

Caminaba con una sonrisa irónica, era ya cerca de las 10 de la noche. Mi única compañía, siempre fiel, era aquel viejo maletín de cuero (adentro pasaporte, licencia, tarjetas, efectivo, camisa, pantalón, loción y ropa interior). Mi mirada recorría las diferentes aerolíneas… pensaba - ¿Moscú? nah… mucho frío… ¿Milán? ¡Tampoco! Malos recuerdos, definitivamente no… ¿Uganda? … ¿Dónde queda Uganda? Cuando repentinamente, mi furtiva mirada creyó leer "Gerstensaft" Así le llaman estos teutones a la cerveza y definitivamente me haría mucho bien en estos momentos de transición… pensé.

Es ya la quinta ciudad, no quería seguir huyendo pero era inevitable…

Dos horas después… "Noch ein Bier, bitte!"
Sé que aún no estaba ebrio, pero sentí una mano fría, cual si fuese la mano de un cadáver. Voltee mi mirada y mi asombro fue aún mayor… detrás de mi estaba un hombre de cabello negro bastante largo, su rostro era inexpresivo pero tenía una mirada que asemejaban dos túneles profundos, negros, hondos, cuasi-infinitos. Andaba vestido con un traje William Fioravanti de al menos diez mil dólares y zapatos negros recién lustrados. Me observó por unos segundos quizá intrigado por mi rostro estupefacto y luego dijo: con voz ronca y serena, "¿Eres Carlo Grimaleschi verdad?... es hora"

Usualmente soy un tipo sagaz, tengo las respuestas a flor de labio pero por alguna razón las palabras no salían de mi boca, solo estaba ahí, pasmado, perdido en el túnel fuliginoso de su mirada. Mi mano por instinto o reflejo no sé, levantó el vaso del bar; sus ojos me soltaron por un instante desviados súbitamente hacia el vaso aún medio lleno. Pensé rápido y con voz temblorosa y tartamuda logré decir: ¿Cerveza?

El personaje este se sentó junto a mí y bebió vaso tras vaso, habrán sido fácilmente unos 10 litros. Ya borracho me confesó, entre otras cosas, que él era la mismisima muerte y que tenía 500 años de no beber su bebida favorita… cerveza... sonreí algo inquieto… así seguimos bebiendo (yo fingiendo) y la muerte contándome como se había llevado a Hitler, a Kennedy, a Ghandi… Se enorgullecía enormemente de su creatividad para aniquilar a cada ser humano. Bebió hasta quedar inconciente…

Ahora vivo en Guatemala, sobreviví aquel episodio pero siempre llevo unas cervezas por si las moscas….

Paolo Grimaldi

2 comentarios:

Anónimo dijo...

eso de siempre llevar una cervecita a mano por silas, me parece buena idea, si no aparece la calaca por lo menos te has de pasar un buen rato.

Anónimo dijo...

la muerte,si lo piensas es una profesion poco valorada,piensalo un poco, cuando llegas para realizarlo solo vez tristesa en casos aislados un gracias, cuando te vas solodejas lagrimas y desconsuelo, no tienes dias libres y si, como dices no puedes disfrutar d esos pequeños gustos que los demas se pueden dar alfinal del día.