viernes, octubre 13, 2006

Existencia

Me senté hoy frente al computador, sin mayor esperanza de encontrar una respuesta coherente a mis dudas por medio de mi débil razonamiento de principiante. Me acechan hoy como leones, no… más bien como víboras unas preguntas ingenuas ¿Porqué esto y no nada?¿Porqué letras y no números? ¿Porqué fregados me levante hoy de la cama?… Aunque suene estúpido.
Se con certeza que no estoy aquí por el dinero, hay maneras más fáciles e ilegítimas de conseguirlo. Tampoco estoy por costumbre, mis costumbres duran un mes a lo sumo. Tampoco estoy por obligación ni por despecho, ni por venganza, ni porque me haga feliz, ni porque no tengo nada más que hacer ni por deberes morales, ni cívicos. Tampoco lo hago para gozar del falso sentimiento de responsabilidad, que no es más que el ego retroalimentado por las expectativas de otros. No, no es nada de esto.

Además no solo trabajo, también estudio, escribo, hago deporte, me ejercito, me alimento, me educo e intento ayudar a otros con lo poco sé y tengo. ¿Que motiva todo esto? ¿Quién me impulsa? O mejor aún ¿Qué me impulsa? Soy una máquina de 14 horas diarias de trabajo que justo ahora, en la marcha…, se detuvo, sonrió, dejó de sonreír, se puso perpleja y se cuestionó a si misma. De pronto, de la nada surge un pensamiento o teoría quizá.
Primero, parto de la idea de qué, objetivamente, estoy completamente solo. No tengo obligaciones más que con la sobre vivencia de mi organismo, el cual forma una simbiosis inseparable con mi mente… Sí, la que razona esto mismo que escribo. Por ser una simbiosis, mi cuerpo también se retroalimenta de mi mente. Y resulta que mi mente es un ser extraño, se autoanaliza, se ruboriza, siente… Siente de todo. No, de hecho lo siente todo, sin ella sentir no sería sentir. Ella es misteriosa porque requiere excitación, requiere un constante flujo de ideas y sentimientos para mantenerla alejada del aburrimiento, la depresión y la tristeza. Ella es mimada, consentida, mas aún que el cuerpo… el cuerpo reniega menos. Ella es constante, eterna desde su propio punto de vista, que lo es todo. Ella es el universo en sí misma, la máxima expresión del ego.

Pero aún así, ella y el cuerpo que la mantiene es, de nuevo objetivamente, orgánicamente igual a 6 billones de seres humanos en este planeta. Suena deprimente, pero así es, hay 6 billones de fotocopias de diferente tonalidad dispersadas por ahí, en algún lado. Entonces surge, por deducción lógica o ni tan lógica, otra idea. Si yo no hiciera nada y los otros 6 billones de aparatos orgánicos tampoco hicieran nada, más que estar ahí formando una capa amorfa de tejido vivo sobre la faz de la tierra, en ese panorama estático, algo difícil de imaginar, yo ya no sería yo. Yo seria en ese caso, un punto, una piedra húmeda y suave, no tendría identidad, de hecho no existiría la identidad.
Y luego de pronto una pregunta formulada en: ¿Porqué? Nos lleva por un caminito algo fantástico a una respuesta de tipo ¿Quién? Resulta que yo, Paolo Grimaldi… soy yo no por mi nombre, ni por mi masa orgánica, ni por mi mente. Yo soy yo por lo que hago. Yo soy yo porque nadie más escribe estas letras. Yo soy yo por ese cúmulo de decisiones consensuadas entre mi mente y mi cuerpo que me mueven a través del espacio y tiempo. Son estas decisiones las que le dan existencia, sentido y forma a ese ser que llamo "YO".

Me levante hoy, trabajé hoy, escribí hoy, simplemente... para ser yo.

Paolo Grimaldi

miércoles, octubre 04, 2006

Bohemios Estelares



Sentado al centro, detuvo el bullicio, levantose de pronto y dijo en voz alta….
Este brindis que hoy pronuncio, lo dedico a la luna y a ustedes amigos, con esta fragil copa de vino tinto que representa mi vida, a la que hoy renuncio.
Bebió un pequeño trago y continuó…
A ti luna, que descansas nostálgica en el manto negro del infinito cielo, te dedico mis penas que tú ya haz presenciado y el legado de testimonios que en noches como esta, hemos conversado. A ustedes amigos, les dedico las historias que juntos hemos escrito, los viajes a lejanas tierras y lo que queda en esta ultima copa de vino tinto.
Todos los que en la mesa redonda se reunían, levantaron la copa y en unísono bebieron hasta la última gota. Luego, levantaronse, despidieronse y partieron a formar parte del cúmulo de estrellas en los fríos confines del universo.

Paolo Grimaldi

lunes, octubre 02, 2006

Anéctodas Oníricas

Entonces, como decía… Estaba durmiendo tranquilamente en el interior de mi carro, eran supuestamente las 8:30 a.m. de un lunes. Oí unos golpecitos en mi ventana y desperté confundido, era mi tía. Me incorpore de pronto, salí del carro, le salude y sin perder un segundo comenzó platicarme de asuntos que no entendí. Hablaba mientras yo intentaba captar lo que me decía y al mismo tiempo pensaba en la hora, ¿Llegaría tarde a mi trabajo? Puede notar, luego de un tiempo, que sus palabras no eran muy coherentes y descubrí que aún soñaba.
Con esfuerzo abrí los ojos y caí en cuenta de que aún me encontraba en el interior de mi carro, busqué mi celular para ver la hora y el gran asombro me hizo dar un brinco, restregarme los ojos y buscar mis llaves ¡Eran las 9:15!
Salí abruptamente, casi golpeando la puerta para llevarme otra sorpresa aùn mayor, habían movido mi carro ¿Quién? Era la primera pregunta lógica que apareció por mi mente, supuse que fueron los de la empresa de muebles, ellos me ven como invasor de su “calle” la cual han apropiado como estacionamiento privado ¿Pero cómo?¿Habrán empujado mi carro y yo no sentí?... Salí, camine unos metros y puede ver que me encontraba en los interiores de un condominio cerrado. Me dirigí al portón ( por suerte estaba sin llave) lo abrí del todo y observé que decía en letras color bronce “Morocco”. ¡Ha! Ya lo sabía, estaba adentro del condominio que está al final del callejon donde dejo mi carro. Solo será cuestión de salir sin que nadie me viera.
Pero no, nada tenía sentido aún, sòlo entonces me golpeó la idea como ladrillazo de un kilo ¿Y si aún estoy soñando?
Como reafirmando mi intuiciòn se me apareció un tenedor en la mano, lo usé para pincharme la cara y mis ojos se abrieron de nuevo pero no veía nada, todo estaba oscuro. Luego recordé que me había amarrado un pañuelo sobre los ojos para dormir más tranquilo.

Esta anécdota esta basada en hechos reales, sucedió esta mañana y me pareció imposible no dejar constancia. Supongo todo esto me pasa por dormir con el pañuelo sobre los ojos y el cambio de hora, que aún me tiene como búho en eclipse.
Sería oportuno mencionar que cuando me incorporé por fin a esta realidad, que bien podría ser otro sueño cruel, eran las 8:30a.m.

Paolo Grimaldi