jueves, julio 13, 2006

El Reencuentro con... Ella

Vino a mí ayer con el descaro de los descaros… Toco mi puerta. Abrí. Saludámonos. Abrazámonos hipócritamente. Casi besámonos en el juego diplomático, típico de viejos conocidos. Me ve, sonríe. La veo, intento sonreír. En menos tiempo del necesario nos encontramos todos en la mesa del comedor: ella, una hoja de papel, una taza de café, un pan con manteca y yo sentado con cara de idiota.
Todos nos vemos fijamente y la situación comienza a ponerse incomoda… la taza de café no deja de verme, su vapor revolotea al viento cada vez más rápido, más impaciente, inquieto, inquisitivo ¡arrogante! El pan finge estar tan tranquilo… pero yo sé lo que pretende con ese su semblante de gordo seboso, se llama presión estática; se dice que lo practicaban los alemanes en los campos de concentración y este gordo ya me está picando los nervios.
La hoja, que decir de la maldita hoja. Debió ser entrenada por la KGB o la CIA o algo así, nunca he conocido algo tan extenuante. Cada milímetro de ella se burla de mí, me interroga, me cuestiona, me tortura y tarde o temprano me deshace sicológicamente. Me es imposible verla directamente por 10 minutos sin soltar en llanto como niño desconsolado.

Pero no hay vuelta atrás, eso me pasa por abrir la puerta así, sin preguntar. Ahora solo me queda agarrar la pluma y ponerme a escribir.

Paolo Grimaldi

1 comentario:

Anónimo dijo...

que bueno que llego sin anunciarse, sino la pluma mantecosa seguiria de vacaciones