Castillo Griego Parte 1

Sabado 2

Entre las sabanas frias de mi pequeña habitación confinada, en esta celda de culpa, escribo las primeras líneas de mi diario. Las escribo para mi otra yo, para mi compañera que a momentos se apodera de mi voluntad y quizá para aquellos que algún día encontrarán éste librito. Será mi pedacito de libertad, un grito silencioso a través del tiempo hacia la eternidad.

Hoy duermo sola. El ha organizado una fiesta y entre todo el juelgorio ha conseguido la compañia de dos chicas de pueblo para hoy en la noche. Estará de más decir que estas dos chicas cazafortunas me han regalado, inadvertidamente, una agradable noche de libertad, encerrada en mi celda.

La celda es pequeña, fría y húmeda; pero últimamente se ha convertido en un reconfortante nido de tranquilidad. Las paredes de ladrillo viejo, el piso cafe-verdoso, ese aroma a tierra mojada y la pequeña ventanita con rejilla casi pegada al techo conforman mi castillo; aqui y ahora soy una princesa que no teme, que no llora, que no sufre. Afuera, solo soy su puta.

Lunes 4

Permanecí allí boca abajo, pensando que estar muerta eliminaría mi inquietud de morir. La tortura que me propició se convirtió en ansiedad por cruzar el umbral hacia lo eterno. La luz, esa luz que atravesaba mis pupilas como alfileres y el sufrimiento estiraron la sensación del tiempo indefinidamente. No sé exactamente cuanto tiempo permanecí en aquel lugar, pero fue lo suficiente para causarme llagas en el pecho. Supongo debería estar feliz, el dolor ha cesado. ¿O quizá no?

Continuará...