lunes, agosto 18, 2008

Eureka

Y estuviste ahí, a la hora exacta, con tu sonrisa espontanea, aroma dulce, dulce y mirada sin igual. Y te vi, y supe que eras tú, te conocí sin conocerte, te sentí cercana, casi íntima. Y no dude ni por un momento en entregarte mi esencia, en darte lo poco o mucho que me quedaba y cerrar los ojos confiando en que en verdad eras tú, la que esperaba y me esperaba, la hoja verde, inocente y libre que en un instante reconocí y admiré como mi compañera justa.
Hoy no me queda más que agradecerte tu espera y pensar que no fue casualidad. Sí, aún pienso caminar hacia el ocaso persiguiendo el sol naranja, pero deseo que sea a tu lado.
Paolo Grimaldi